martes, 16 de junio de 2015

Fallé, una vez más, fallé

¡He fallado!
Me he traicionado y he dejado que las cosas que prometí nunca permitiría que sucedieran, han pasado.
He sido débil, he callado y con una actitud cínica he sido testigo de como mi vida se va perdiendo y deja de ser mi vida, soy lo que otros quieren, no la que yo quiero.
Me he dado por vencida y dejé de luchar contra mi cuerpo, hoy, resentido y regordete me muestra que he sido vulnerable y débil.

¡He fallado!
La mitad de mi cuerpo ha muerto y me duele, me arde, me quema.
Vuelve esa sensación de castración asquerosa y brutal, que me apabulla, que me hace recordar cuando el cáncer se aposentó en mi vientre.
Hoy no es el cáncer, es el desamor, es la maldita pasión que se arranca de mi.
son esas excusas y disculpas que no logran calmar mi dolor, mi penosa sensación de indiferencia, de que todo se está acabando y que nada logrará salvarme, nada logrará salvarnos.

Es tan difícil tener el valor y tomar la decisión correcta,
me muerdo la lengua para no herir susceptibilidades,
cedo, una y otra vez cedo,
hago de un cuanto hay por todos,
por mi familia y por la de otros
pero la reciprocidad está muerta,
me siento vacía, cansada, sola,
se siente el silencio a mi alrededor,
se siente el frío.

Muero por un abrazo tranquilizador,
por un beso de esos que paralizan el tiempo,
por tener el respeto, espacio y deferencia que merezco...

Tengo la calma y la energía que necesito para seguir de pie,
cada vez que decaigo y siento que ya no puedo respirar,
escucho a León diciendo sus primeras palabras y todo pasa,
lo tomo en mis brazos para besarlo y jugar con él,
escucho sus carcajadas y siento sus besos chupeteados en mi mejilla,
me enorgullezco de sus logros y sufro con sus llantos.
A pesar de sentir que me fallé
sé que como madre está prohibido fallar,
que León es el motor de mis días
y que con él no hay miseria ni dolor,
con él solo hay luz y sonrisas.