miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Ya llegué!


He vuelto a mis rincones después de días en familia, de caminar, nadar (mas bien intentarlo), de fotografiar perros y paisajes, días fantásticos que me hicieron recordar lo amada que soy y lo beneficiada de la vida por tener a los que tengo al lado. Hay momentos en que me canso de la presión que muchos ejercen sobre mí, de esa intención por saber todo lo que hago y pienso e inevitablemente me alejo y como soy una escurridiza me refugio en mis palabras, mis lágrimas, mis silencios, mis guardianes.

He vuelto a casa, a dormir en mi cama, a acariciar a Baltazar, he vuelto al cemento santiaguino que me gusta pero no me hace tan bien como el mar, como la naturaleza.

No puedo descifrar y menos aún poner en palabras lo bien que me hace el ir a la playa, el mar, lo exquisito que se siente cuando mojo mis pies y cuando el sol quema mi rostro.

El poder contemplar el mar, una de las cosas que más me calman, es sentir que soy una pequeñísima parte de la hermosa creación, mirar el mar, sus movimientos y mucho mejor si esto es con el viento de compañero, despeinándome, humedeciendo mis ropas es una de las cosas que me movilizan, que me transportan, que me revitalizan y me calman.

Agradezco una y otra vez la existencia del verano y el poder largarme cuando puedo a disfrutar de la naturaleza, del silencio, de las noches, del dejar los pies en la calle, del conocer, de la compañía, de la soledad, de los juegos, de las ricas comidas, de las tardes eternas sin comer.

He vuelto a casa recargada por la presencia del mar, por las palabras que me entregó y por las dudas internas que pude descifrar, no fueron las mejores respuestas, algunas muy dolorosas pero con la compañía del mar, el viento, el sol y mis pies descalzos, nada importa, nada es tan terrible, nada duele demasiado.

He vuelto para afirmar una vez más que el mar y el viento son mis mejores compañeros. Negra y nativa eso está claro!

No hay comentarios: