jueves, 15 de diciembre de 2011

Algo del 2011 primera parte.... El trabajo


Diciembre llega siempre a remecerme, a recordar mi enfermedad y el miedo que tuve al enterarme de aquello, cosa absurda porque esta se presentó en marzo y no en esta fecha, pero esta idea de recordar lo que nos hace ser quienes somos hoy trae a mi cabeza y mi espíritu la palabra cáncer.  Viene a hacerme sacar cuentas como cada fin de año, de poner en la balanza como son las cosas y como he avanzado respecto al 2010. 
El año pasado estaba ad portas del examen de título con el corazón y la cabeza a punto de estallar por el echo de que mi etapa universitaria estaba finalizando y que la adultez y las responsabilidades venían a buscarme a casa por más que me escondiera. El año anterior pasó volando, con grandes sorpresas a su haber, con tener una alojada en casa y todo lo que eso nos enseñó, con conocer más de cerca a los amigos al verlos transformarse frente a sus deseos monetarios, de resistir a venderme poniendo de frente en lo que creo y los motivos reales por los que decidí ser profesora. Me vi huir de brazos y besos esquivos los que nunca me convencieron realmente para quedarme allí.
El 2011 en cambio ha sido un año aletargado, demasiado para mi gusto, los primeros meses lejos del hogar con mis amigos y Jesús de la mano, gastando las suelas y el corazón por demostrarle al mundo que se puede creer, que se puede luchar, que hay palabras que nos dejan sin aliento y sonriente. Seguí el verano entregándome al placer de estar con la familia; llegado mis veinticinco años decidí celebrar para no notar lo poco (para mi nivel de exigencia) que ha sucedido en mis últimos años en que no repunto ni sonrío por no saborear lo que es amar y sentir.
Llegando marzo tuve que darme cuenta de que el trabajo se hacía necesario y me sometí al escrutinio de sicólogos, jefes técnicos, inspectores, directores quienes no encontraron en mí lo necesario para iniciarme en el ejercicio docente allí comienza a sentirse la frustración a mi alrededor porque me vi sentada en casa sin nada que hacer, pasa el tiempo y entre los intentos fallidos y una ayuda del vilipendiado pituto llegué a Maipú a remercer vidas con el humor y el amor, a conocer historias y abrazos sinceros, a aprender de la sabiduría del silencio y los consejos de muchos, a permanecer como necesitaba, allí pasé largo tiempo en el que decidí revitalizarme en la amistad sincera, los placeres perdidos como los vicios pero esta vez maduramente, a desentenderme de mi odiosa inseguridad corporal y volver a verme como una mujer segura de su apariencia aunque no se ajuste a los estereotipos. Así pasó hasta octubre con la celebración de los 2 años de vida de Emiliano de por medio ¡cuán feliz me has hecho pequeño!, mi ahijado, tan mío como nada, con su bella sonrisa, sus palabras enredadas, su presencia y su energía, sus bailes, su amor. Llegó octubre y se me acabó el trabajo, - denuevo a lo mismo- pensé, pero mi teléfono sonó desde Cerro Navia para llevarme  a trabajar por calles conocidas, demasiado para mi gusto, en un inicio trastabillé antes de caminar, miré hacia todos lados con un dolor inmenso, con ganas de correr, de recibir un abrazo eterno, de mirar unos ojos brillantes ya conocidos para mi cuerpo y mi corazón, así sucedió cada mañana y cada tarde de mi octubre y mi noviembre, mientras trabajaba todo andaba bien, mientras caminaba se me hacía más difícil la tarea, por algo de mala y buena suerte se acabó y ya estoy de vacaciones esperando un 2012 con trabajo y estabilidad.
Termina el año y el silencio ha sido la tónica, año de aprender, de ejercer, de abrazar a pequeñas almas y grandes sueños...
Suena: El viento chocando con las hojas de los árboles/ hermoso!

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