miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mal día


No hay palabras para describir lo sucedido, desperté muy temprano con los gritos de mi madre y mi padre desvanecido en la mesa, ido, completamente inconsciente y yo sin saber que hacer. Corrí a buscar un taxi para ir a urgencias, a buscar a mi tía, a ponerle un poco de alcohol en la nariz para que reaccionara y nada.

Pasaron unos minutos o segundos, en realidad para mi fue una eternidad y volvió en sí, entre correríos me puse lo primero que pillé, tomé documentos y dinero y nos  largamos a urgencias, allí estuve desde las 8:45  hasta las 12:00 sin saber nada, haciendo y recibiendo llamadas telefónicas, escuchando a mis hermanas llorar y a mi madre descomponerse a cada segundo.

Yo inmóvil, lagrimeando a escondidas en mis ratos solitarios y del viejo nada de nada, "la presión" dijo la médico, hay que estabilizarlo, pasaban las horas y eso no se consiguió, "nos vamos a la posta", y el miedo seguía en mi estómago y mi corazón. Así fue toda la tarde en la posta, cerca de las 6 de la tarde recién lograron estabilizarlo  y le dieron el alta y el viejo seguía con cara de estupor, de no entender nada y de no querer darnos preocupaciones.

Mi padre no se reponía, vinieron los vómitos, el malestar, la baja de ánimo, la casa estaba llena, con las hermanas, los cuñados, sobrinos, tíos, tías, primos, el teléfono sonando, todos preocupados, logramos distraernos en la compañía y las conversaciones, pero a medida que se hizo de noche la casa quedo sola, todos se fueron a continuar con sus vidas y los viejos se acostaron con cara de incertidumbre, sin decir nada, uno al lado del otro como lo han hecho por años.

Fue un día eterno, no llegaba la noche ni las ganas de dormir nunca y la cama se hacía enorme y yo pequeñísima en ella,  en mi habitación se me repetía la cara del papo a cada instante y volvía el dolor a mi pecho y las ganas de llorar contenidas seguían allí.

Ha sido uno de los miedos mas intensos que he sentido, más que mi enfermedad o la de otros, la sola idea o posibilidad de que mi viejo se vaya de este mundo me dejo tiritando de miedo, una sensación horrible de perdida de una de las personas más importantes en mi vida, a quién amo con todo mi corazón y por quién daría mi salud y mi juventud para dejarlo aquí, es el gran puntal de nuestra familia, quien nos contiene, nos arma, nos hace reír y pensar, quien nos ha enseñado el valor del respeto, del esfuerzo, del optimismo, del amor incondicional silencioso que no juzga ni reprime,. el hombre que me enseñó a amar la libertad y a creer en los sueños.

Hoy con más calma puedo decir que el miedo pasó a convertirse en incertidumbre, debe hacerse una cantidad enorme de exámenes para ver que sucedió, está con su cara más repuesta, con su humor intacto y con deseos de hablar de cualquier otro tema para no preocuparnos y para seguir con la rutina hogareña.

Lo más doloroso para mí fue sentir la soledad merodeando, cuando más necesité un abrazo estaba sola, necesite hundirme en los brazos grandes de un hombre (no desmereciendo a las amigas o hermanas), pero necesité ese calor que solo te da un compañero cuando te ama y te protege ¡cuánto necesito un abrazo de aquellos!,  cuando más desee llorar por el miedo no pude hacerlo siempre alguien allí presente, siempre el viejo tratando de bajarle el perfil a lo sucedido, el silencio se hizo más gigante aún cuando apagué la luz, yo en mi cama, los viejos en su habitación, al fin el día terminaba y yo no conseguí conciliar el sueño. 

Claramente esto me trae a colación mi odioso pánico al paso de los años, el papo ya no es el mismo, está más desgastado, más cansado y yo ya dejé de ser su niñita...

Suena: Sandra Mianovich / Todo me recuerda a ti

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