jueves, 5 de julio de 2018

Maternidad

Sin duda alguna la maternidad saca lo mejor de nosotras, aunque la historia y la literatura nos cuente de mujeres que han dejado niños privilegiando la libertad y el amor por sus parejas.
Siempre que me entero de dichas situaciones no logro comprenderlas, sobre todo cuando miro los ojos de mis niños quienes con su luz me expresan que me necesitan y que en mis brazos encuentran la
calma y el amor que necesitan.

No puedo negar que hay días y ocasiones en que quisiera arrancar de la rutina del hogar, irme lejos y en soledad disfrutar una copa de vino fumando un cigarrillo, hay otros en que el silencio se vuelve un bien superior y me doy cuenta que me he convertido en una oyente selectiva.

No puedo negar que sueño que sería de mí si hubiera cumplido mis sueños si hubiera viajado por América Latina o me hubiese casado. Si mi sueldo fuera para cumplir mis caprichos o pudiera comprarme unos pantalones sin tener que sacar cuentas.

No puedo negar que rememoro el pasado con una nostalgia supina, sintiendo con certeza que no habrá otro momento en mi vida en el cual me sienta amada y única, que sienta ser el centro del universo de un otro.

Debo declarar que a pesar de estos momentos sombríos en los que me pierdo ensimismada y egoísta, vuelvo a mi centro que son mis niños y hago el ejercicio de comprender que mis sueños y proyectos hoy son con ellos, que mi trabajo es para darles la mejor calidad de vida posible, que mis convicciones han cambiado porque las prioridades también lo han hecho y que aunque hoy en el dolor y la confusión de una depresión he de aprender que ya no soy la jovencita de 20 años dueña del mundo y que mi vida tiene dos razones muy potentes para seguir adelante.

Hay días en que me siento muy pequeña y me fundo en el abrazo de León quién con su infinito amor y sus ojos luminosos me reconforta y rearma el corazón perdido, hay días que el pequeño Gabriel con su infinita paciencia me enseña más de lo imaginado.

Soy una afortunada con este equipo que tengo a mi lado, con la compañía y el amor incondicional de mis afectos, con los abrazos eternos y la conversación justa, pero soy feliz sobremanera con la presencia de mis hijos en mi vida, con esas manitos pequeñas que caminan junto a mi que en mis brazos se sienten felices y seguros, por quienes a diario lucho con mis fantasmas, mis hormonas y mis inseguridades.

León y Gabriel se han convertido en la luz y los colores que mi vida necesitaba
Los amo
y a diario agradezco el tenerlos

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