viernes, 12 de febrero de 2010

Comienzo a despedirme





Mis pies entraron a mi cuarto sintiéndose extraños y mis manos sudosas se paralizaron al sentir que ese lugar ya no será nuestro por algunos meses y que deberemos acostumbrarnos a otros sitios, aromas, compañía.
Mi cuarto me dice de a poco cuanto me extrañará y lo difícil que será para él dejar de cobijarme todas las noches, de ver mis desvelos, mis lágrimas hundiéndome en la almohada, dice que me extrañará riendo a carcajadas mirando la televisión, o largas jornadas de películas, el acompañarme hasta altas horas de la noche cabeceándome por la Universidad. Mi cuarto me dice que extrañará mis arrebatos cambiando todo de lugar o largas tardes de limpieza con el humo de los inciensos o el palo santo embriagando el aire, extrañará mis tardes de lectura quedándome muchas veces dormida y otras largas tardes de escritura con los ojos casi saliendo de su lugar para expresar lo que pasa por mi mente y por mi corazón.
En esta conversación con mi cuarto, mis pies y mis manos me di cuenta de que los días han avanzado locamente dejándome a mitad del camino sin muchas ganas de avanzar y con un temor gigante por lo que se viene, el ir y tomar las riendas de mi vida sin los espectadores de siempre me parece un reto fascinante al que quiero disfrutar, pero a la vez me pone en la encrucijada de tomar decisiones que quizás no sean del todo buenas para mis días. He pensado largamente que pasará con mis fines de semana y si tendré la posibilidad de seguir con los rituales que me encantan como los largos domingos todos en casa viendo películas regaloneando a mis pequeños sobrinos, o el ir cada sábado a trabajar por lo que creo y encontrarme con algunas de las personas más importantes en mi vida. Si podré escapar algunas tardes a algún parque a caminar sola o salir por las noches a ver las estrellas sintiendo la brisa sobre mi rostro. No sé si tendré tiempo para escribir y hablar huevadas, para ir a tomar unas cervezas con mis amigos y reír como loca, no tengo certeza si podré estar ahí para los que me necesiten, para los que me añoren más que mi cuarto.
Ya se acerca marzo y con el acoso de algunos, esos que no me conocen lo suficiente pero inevitablemente me cagan de onda y que además se interesan sobremanera por lo que hago con mi tiempo, deseo más que nunca irme a Graneros para estar con quienes no me critican sin enseñarme sino que todo lo que hacen por mi es para ayudarme a crecer y a salir adelante.
Hoy sé que el miedo se romperá con la confianza que tiene mi familia en mí para este proceso y con el apoyo y preocupación incondicional de los que me acompañan en mis días, de esos amigos que no sólo quieren algo de mí, sino que me regalan pequeñas cosas día a día, esos que hoy me levantan, me ayudan, me alientan, esos que he aprendido a seleccionar y de los que no me arrepiento nunca de tenerlos.
Me voy de este lugar por unos meses, pero es la mejor manera de irme desprendiendo del hogar paterno y poder salir tranquilamente de él, me voy y mis pies tomaran otro rumbo, caminarán otras calles y reposarán en otra cama, y mis manos se harán cargo de construir, acariciar, cocinar, escribir y muchas cosas más lejos de estas cuatro paredes que me han albergado estos años.
Lo único de lo que hoy tengo ganas es que no solo mi cuarto me extrañe sino que hayan otros esperando por mí, que no se olviden, ni se despidan para siempre. Hoy más que nunca quiero trascender, quiero ser importante, quiero quedarme y no andar de nómade por los sentimientos, hoy quiero irme de Santiago sabiendo que me es necesario volver a estar con los míos, que no solo en mi hogar y en mi cuarto soy bienvenida sino que mi presencia en otras vidas no ha sido un mal actuar sino que un papel principal que ha dejado algo en ellos. Hoy quiero querer y que me quieran, es raro pero me gusta aceptarlo, hoy me debo ir pero lo hago feliz a pesar de todo, me voy feliz.

No hay comentarios: